Familiares de personas desaparecidas dialogaron sobre la importancia del autocuidado en la búsqueda
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Familiares de personas desaparecidas dialogaron sobre la importancia del autocuidado en la búsqueda
En medio de la violencia, el duelo y la indolencia institucional, familiares de personas desaparecidas se reunieron en el ITESO para reflexionar sobre la importancia del autocuidado en la búsqueda de sus seres queridos.
Diana Alonso
“Uno se olvida de sí mismo”, dijo María de Lourdes Ruiz, fundadora del colectivo Luz de Esperanza. Desde hace diez años busca a su hijo José Marcos Alejandro Maldonado Ruiz y desde hace cinco a su hija María de Lourdes Maldonado Ruiz, sustraída de su domicilio frente a su hija de ocho años. “Cuando me enteré, me sentí muerta en vida”, añadió.
Su testimonio fue parte del foro “¿Y si nos cuidamos? Conversando con familias buscadoras”, realizado en el ITESO en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El encuentro reunió a madres, padres y hermanos de personas desaparecidas para reflexionar sobre la importancia del autocuidado en medio de una realidad marcada por la incertidumbre y el dolor. Pensar en sí mismas, en cuestiones básicas como comer y dormir, se vuelve casi imposible cuando se lidia con la ausencia de quien se ama.
“La última persona que se cuida en una desaparición es la mamá”, dijo Isabel Velarde, del colectivo Entre Cielo y Tierra. Desde 2018 busca a su hijo Germán Cabrera Velarde. Subrayó que, además de enfrentar múltiples duelos, las madres buscadoras viven otras violencias: la inacción gubernamental, la revictimización y el prejuicio social. “Desde ahí ya no he tenido una paz, no he tenido una tranquilidad. Un regocijo de nada”, añadió.
Gerardo Faustino Cruz Negrete, padre de Israel Gerardo Cruz Herrera, desaparecido el 25 de febrero de 2019 en Guadalajara, recordó que la desaparición no sólo afecta a una familia, sino a toda una comunidad. “Nadie está exento de sufrir una desaparición”, advirtió. El impacto emocional se extiende generaciones.
“Destruyen a toda una familia”, añadió María de Lourdes, quien relata cómo sus nietas viven con el dolor de pensar en el paradero de su madre. La mayoría de las búsquedas oficiales apuntan a fosas clandestinas, no a encontrar con vida. Ante ello, Ruiz insiste en la importancia de crear y sostener redes de apoyo entre familias buscadoras.
Alisa Cuevas, fundadora de la Escuela de Padres Abriendo Corazones en el DIF Guadalajara, invitó a los jóvenes presentes no sólo a pensar en el autocuidado durante la búsqueda, sino también en lo cotidiano. Recomendó medidas simples pero vitales: compartir la ubicación con sus padres o alguien de confianza, evitar salir solos, mantenerse acompañados en fiestas y no perder de vista sus bebidas. También hizo énfasis en verificar las ofertas de empleo, que se han convertido en una de las principales estrategias del crimen organizado para enganchar personas, prometiendo empleos cómodos, con horarios flexibles y prestaciones atractivas en puestos como call centers, ventas, guardias de seguridad, restaurantes y limpieza. La mayoría de las víctimas de reclutamiento forzado (93.1 por ciento), son jóvenes entre 12 y 29 años.
Los miembros del presídium coincidieron en que la comunicación dentro de la familia es crucial para reducir riesgos. Cuevas, quien busca a su hijo Edgar Fernando García Cuevas desde 2017, subrayó que la desaparición no es un hecho aislado, sino parte de una red criminal que ve en a los jóvenes una mercancía: “Los jóvenes son un negocio. No queremos que sean un negocio, los queremos vivos, sanos, felices”, afirmó.
Después del panel, los asistentes se reunieron en pequeños grupos para compartir experiencias, escucharse y construir redes de apoyo. Este espacio permitió a las familias buscadoras dialogar sobre estrategias de autocuidado y medidas de prevención de riesgos.
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